jueves, 23 de julio de 2009

AQUELLA EXTRAÑA Y TEMIDA VOZ.

Con canta frecuencia se oye esta exclamacion, que parece tan natural y concluyente:
-¡Oh, los niños!, ¡que felices son!...
Yo, cuando oigo estas palabras, callo; y ya en silencio, a solas conmigo misma, hundo el anzuelo del recuerdo en lo mas profundo de mi pasado y comienzo a sacar del fondo... ¿Que? ¿sonrisas? ¿dulzuras? ¿alegrias? Si, algo de esto; pero mas aun, tristezas, amarguras, lagrimas, dolor...
¿Es posible? ¿Conque los niños prueban tambien el acresabor del pensar?
Yo diria, por mi, que el sufrimiento del niño -debido quizas a su desarme para toda lucha- es tal, que solo porque el termino de cada vida en este mundo esta marcado de antemano sin admitir variaciones, el niño no cae moribundo a veces, herido cruelmente por el dolor.
¿Quieren una muestra de ese sufrimiento, arrancada para ustedes de la epoca de mi niñez?
Hela aqui.
Invitada frecuentemente por mis amigas para pasar la tarde con ellas y sus hermanos jugando todos bajo ls altos y espesos arboles de sus patios y jardines, alla en mi amada Coatepec; cuando el regosijo y animacion llegaba al delirio; cuando en los ojos, en los labios y en la voz de aquel inquieto coro de chiquillos no habia sino extasis, luz, acentos de jubilo, movimiento y vida, yo, repentinamente, lo mismo que si brusca mano me hubiese dado de pronto un golpe en el corazon, sentia que esa extraña comenzaba a palpitar con fuerza aterradora, e instantes despues, una voz de timbre que no he podido olvidar jamas, parecia decirme al oido con misterio:
-¡Corre, vuela hacia tu casa, porque ya tu querida madre no esta en ella!...
-¿No esta en ella? -repetia yo silenciosamente con angustia y con espanto...
-No-afirmaba la voz-. Ha partido ya. ¡Vuelve, vuelve!...
Esa frase me hacia mas daño que una puñalada. Y asi, transida de dolor, pero sin decir jamas una palabra de esto a mis compañeros de juego ni a nadie, salia violenta y a escondidas, corria por todas las calles como una loca, llegaba casi desfallecida a la puerta de mi casa, y despues de golpear en ella desesperadamente para que me abriesen pronto, entraba a escape, cruzaba como un relampago el larguisimo corredor, y asi, anhelante, sofocada, con media vida, casi arrastrandome, porque la huida por las calles habia sido sin la menor interrupcion, recorria la casa entera atropelladamente por todos los rincones, salia y entraba, sin concierto alguno, en la sala, en el comedor, en las alcobas, y no me calmaba aquella profunda angustia sino hasta arrojarme en los brazos de mi santa madre, a la que apretaba convulsivamente, mientras ella, al mirarme en ese estado, me decia con extrañeza y afliccion:
-¿Que tienes, hijita, que tienes?
Yo quedaba entonces inmovil, clavaba los ojos en un profundo, y de mis labios no salia palabra alguna.
¿Por que lo callaba con tal firmeza? Por un exceso de reserva en mis dolores.
Pero continuemos.
Otras veces, aquella voz enemiga, aquella voz que me perseguia sin misericordia, me gritaba de pronto, brutalmente:
-¡Corre, que tu madre ha muerto!
Y esa voz malefica esperaba decirme todas estas cosas cuando yo estaba muy lejos de mi casa, cuando la aclaracion de la verdad tenia que tardar mucho tiempo en otorgarme el consuelo ambicionado, cuando mi tortura podia prolongarse hasta causarme verdaderos dolores fisicos en el corazon... Pero tampoco entonces decia yo palabra sobre aquella angustia ni sobre otras muchas que me acribillaban el alma. Yo callaba todo. Nadie, pues, podia confortarme en esas penas, ni educar mi sensibilidad.
Ya ven si se puede sufrir en la infancia. Convenzanse, si lo han olvidado: el niño sangra aveces, martirizado por el dolor. Yo, que supe silenciosamente de el, quise, al escribir mi novela.
Pero tambien, como entonces, callo valientemente encerrando de nuevo mi amargura, para no ser en la vida si no lo que soy: una persona normal que no ha querido nunca proyectar la sombra en su alrededor, sino que esta, por el contrario, bien dispuesta a sonreir, por si ello pudiese ofrecer una luz a los que me acompañan en la vida y son presa alguna vez del dolor.

Del tapiz de mi vida, Madrid, Espasa Calpe, 1931
Maria Enriqueta para jovenes.

Habia olvidado lo que era esa voz... diciendo que regresara a mi casa por que todos se habian ido y me habian dejado sola, o que mi familia estaba en peligro.... no se a que se deba eso pero en la niñez y hasta ahorita es horrible....

1 comentario:

  1. Hola DeNiSse! un comentario tuyo en mi blog me trajo hasta aquí. Quizá esa voz está dentro de nosotros mismos para recordarnos lo importante que son nuestros afectos y valorarlos adecuadamente mientras los tengamos con vida.
    Bonita música ;)
    Saludos!

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